El próximo 14 de junio, creyentes evangélicos de toda España se unirán en una jornada nacional de oración bajo el lema “Padre nuestro, Venga tu Reino”, inspirada en la plegaria de Jesús a sus discípulos. La iniciativa, impulsada por la plataforma interdenominacional España, Oramos por Ti, aspira a movilizar a miles de cristianos en las 52 provincias del país en un gesto simultáneo de clamor espiritual y compromiso público.
Más que un evento puntual, se trata de una convocatoria que busca alinear la vida personal, comunitaria y nacional con la voluntad de Dios, poniendo en el centro los valores del Reino: justicia, paz, misericordia y servicio. “Decir ‘Venga tu Reino’ no es repetir una fórmula religiosa, sino disponerse activamente a ser instrumentos de transformación en manos de Dios”, afirman los organizadores.
La jornada, concebida como un acto de unidad visible, incluirá cinco conexiones en directo desde distintos puntos de España, un único clamor común retransmitido en tiempo real y una expresión de fe vivida en clave celebrativa. “Será una fiesta espiritual, en la tierra como en el cielo”, señalan desde la organización.
Además, el evento lanza un mensaje de esperanza en medio de un tiempo marcado por la fragmentación y el cansancio social. “Creemos que Dios tiene el control y nos llama a perseverar. El Reino no es una utopía lejana, sino una realidad que comienza a hacerse presente cuando sus hijos oran, aman y actúan”.
La iniciativa cuenta con el respaldo de numerosas iglesias, ministerios y redes evangélicas. Para más información y seguimiento de las actividades:
Fuente: España, Oramos por Ti / Redacción: InfoEkumene, a partir de Actualidad Evangélica
La asociación Europa Laica, fundada en 2001 para promover un Estado verdaderamente aconfesional, ha iniciado una nueva etapa tras renovar su dirección y redefinir sus objetivos estratégicos. En palabras de su nuevo presidente, José Antonio Naz, jubilado y exdirector de instituto, ha llegado el momento de “cerrar definitivamente el ciclo del nacionalcatolicismo franquista” y avanzar hacia una “democracia real sin privilegios religiosos”.
Entre sus principales demandas figuran: la eliminación del artículo 525 del Código Penal, que aún castiga las ofensas religiosas; el fin de la financiación estatal de la Iglesia católica (especialmente a través del IRPF); la derogación de los Acuerdos con la Santa Sede de 1979; y la aprobación de una ley de libertad de conciencia que sustituya la ley de libertad religiosa de 1980, a juicio de Europa Laica, “obsoleta y confesionalmente sesgada”.
Naz, acompañado por la nueva vicepresidenta Ana Baragaña Asurabarrena, denuncia la contradicción entre el artículo 16.3 de la Constitución —que proclama la aconfesionalidad del Estado— y el crecimiento sostenido del poder y la influencia de la Iglesia católica en la vida pública. “Recibe cada vez más recursos públicos, gestiona servicios sociales esenciales y mantiene privilegios fiscales, educativos y simbólicos que son incompatibles con un Estado neutral”, afirma el presidente.
Los datos lo respaldan: según la Fundació Ferrer i Guàrdia, un 39% de los españoles se declara ateo, agnóstico o indiferente, y entre los creyentes apenas un 18% se considera practicante (CIS). Para Naz, esto indica una secularización progresiva que no se ha traducido aún en políticas públicas coherentes.
El nuevo plan estratégico de la entidad se estructura en cinco grandes ejes:
Europa Laica se propone, así, ser la voz organizada de un amplio sector de la sociedad que demanda neutralidad institucional, inclusión y el respeto igualitario de todas las convicciones en el espacio público. La asociación lanza un mensaje nítido: “Las religiones deben estar en los templos; el Estado, en la ciudadanía”.
Fuente original: Raúl Bocanegra, Público, 2 de junio de 2025.
Ante la compleja realidad global que atravesamos —marcada por crisis sociopolíticas, flujos migratorios constantes y transformaciones culturales profundas— se hace cada vez más urgente promover una comunicación más auténtica, un conocimiento mutuo más profundo y un intercambio fecundo entre culturas, tradiciones religiosas e identidades diversas. En este escenario, el diálogo no es un lujo ni una opción accesoria, sino un instrumento imprescindible para favorecer el encuentro, la comprensión recíproca y el enriquecimiento mutuo de dones y perspectivas.
30 junio 4 julio 2025
9 de junio – Pentecostés
Pentecostés marca el cierre del tiempo pascual: cincuenta días que celebran la Resurrección y la plenitud de la vida nueva en Cristo. Esta festividad conmemora el descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles, acontecimiento que marca simbólicamente el nacimiento de la Iglesia. Es, por tanto, una celebración de unidad, diversidad reconciliada y envío misionero.
Este año, de manera excepcional, la fecha de Pentecostés coincide en los calendarios juliano y gregoriano, lo que favorece una conmemoración común entre tradiciones cristianas de Oriente y Occidente por tiempo enfrentadas.
Pentecostés no es un hecho aislado, sino parte integral del mismo misterio pascual que incluye la Resurrección y la Ascensión. Así, la Iglesia no conmemora solo eventos del pasado, sino la acción viva del Espíritu en el presente y en todas las comunidades de fe.
15 de junio – Santísima Trinidad
El Domingo de la Santísima Trinidad se celebra el primer domingo después de Pentecostés y pone el broche teológico al ciclo pascual. Aunque comenzó a celebrarse oficialmente hacia el año 1000, su contenido fue venerado durante siglos por comunidades cristianas que buscaban expresar el misterio de un solo Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Esta solemnidad resalta no tanto un dogma para comprender, sino una vivencia de fe: por el Espíritu llegamos a reconocer el misterio trinitario en el que estamos inmersos. Como un océano profundo, la Trinidad no puede ser contenida por palabras, pero sostiene la vida de la Iglesia y la espiritualidad cristiana.
Desde el punto de vista interconfesional, conviene destacar que el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) sólo admite en su seno a iglesias que profesan una fe trinitaria. Esta celebración, por tanto, se convierte también en un signo de comunión compartida entre las diversas tradiciones cristianas que reconocen este misterio como centro de su fe.
15 de junio – Domingo de Todos los Santos (Iglesias Ortodoxas)
En la tradición ortodoxa, el Domingo de Todos los Santos se celebra el primer domingo después de Pentecostés, y no el 1 de noviembre como en la mayoría de las iglesias occidentales. Esta festividad honra a todos los santos conocidos y desconocidos, mártires, confesores, ascetas y doctores de la Iglesia Ortodoxa que han manifestado la luz de Cristo a través de sus vidas.
Esta fecha tiene un profundo simbolismo: Pentecostés celebra el don del Espíritu Santo, y el domingo siguiente muestra los frutos de ese don en la vida de los santos. Es una forma de subrayar que la santidad no es un ideal lejano, sino una vocación abierta a todos los creyentes.
La coincidencia de esta celebración con la fiesta de la Santísima Trinidad en muchas iglesias occidentales ofrece una oportunidad significativa para el diálogo ecuménico, al resaltar valores compartidos como la comunión, la memoria y la santidad. Reconocer estas convergencias litúrgicas ayuda a construir puentes entre Oriente y Occidente, en el respeto a las tradiciones y en la esperanza de una mayor unidad.
24 de junio – Nacimiento de San Juan Bautista
El 24 de junio se celebra el nacimiento de San Juan Bautista, el único santo —además de Jesucristo— cuyo nacimiento se conmemora litúrgicamente. Según la tradición, Juan nació seis meses antes que Jesús, lo que da sentido simbólico a esta fecha: dentro de seis meses, el 24 de diciembre, el calendario cristiano celebrará la Natividad del Señor.
Esta festividad tiene una resonancia especial en muchas confesiones cristianas, tanto de Oriente como de Occidente. Juan Bautista es reconocido unánimemente como el precursor del Mesías, figura puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y ejemplo de profecía, humildad y preparación espiritual.
La celebración de su nacimiento no sólo destaca su papel teológico, sino que también ofrece un punto de encuentro entre distintas tradiciones cristianas. Su figura, respetada por católicos, ortodoxos, anglicanos, protestantes y otras comunidades, constituye un referente común que favorece el diálogo y la comunión ecuménica.
29 de junio – San Pedro y San Pablo, apóstoles
El 29 de junio se conmemora conjuntamente a San Pedro y San Pablo, pilares fundamentales del cristianismo primitivo. Esta celebración tiene raíces muy antiguas: ya desde el siglo III existían conmemoraciones dedicadas a ambos apóstoles, aunque originalmente en fechas distintas en Oriente y en Roma.
Pedro, testigo de la Resurrección y figura clave del grupo de los Doce; Pablo, apóstol de las naciones y gran teólogo del Evangelio, representan dos formas complementarias de vivir y anunciar la fe en Cristo. Su testimonio, coronado por el martirio en Roma, ha sido profundamente venerado tanto por la Iglesia de Occidente como por la de Oriente.
Esta festividad es una de las más apreciadas por todas las tradiciones cristianas históricas, y su celebración común es un fuerte signo de unidad espiritual. En el camino ecuménico, Pedro y Pablo son también figuras de reconciliación: testigos de una fe común en medio de la diversidad de estilos, carismas y misiones.
Córdoba y el 1700 Aniversario del Concilio de Nicea: Homenaje a Osio
y a la Fe Común
En 2025, la diócesis de Córdoba conmemorará los 1700 años del Concilio de Nicea (325–2025), presidido por el obispo cordobés Osio, con un evento cultural de doble vertiente: una exposición y un congreso internacional bajo el título Símbolo: Luz de Nicea. La muestra, que se celebrará en la Catedral entre el 5 de abril y el 5 de julio, reunirá piezas patrimoniales nacionales e internacionales, tanto civiles como eclesiásticas, e incluirá obras artísticas de nueva creación. El congreso académico, por su parte, tendrá lugar del 10 al 13 de junio, con la participación de destacados especialistas en historia de los concilios, teología patrística y ecumenismo.
Esta celebración remite al precedente de 2013, El siglo de Osio en Córdoba, y constituye un paso más en la revalorización de su figura. Osio fue protagonista de una época fundacional: firmó los cánones del Concilio de Elvira, luchó contra el donatismo y el arrianismo, presidió Nicea en 325 y Sárdica en 343, y fue confesor de la fe durante la persecución de Diocleciano. Aunque su figura fue controvertida en sus últimos años, la Iglesia católica valora hoy su santidad, como ya lo hace la tradición oriental.
El sacerdote Patricio de Navascués, comisario de la iniciativa, ha subrayado el carácter singular de este homenaje en la ciudad que vio nacer a Osio, figura clave en la configuración doctrinal de la Iglesia antigua y consejero del emperador Constantino. El evento servirá para profundizar en el legado teológico y espiritual del Concilio de Nicea, particularmente en la formulación del símbolo de la fe, aún hoy recitado en todas las liturgias cristianas.
Con esta conmemoración, Córdoba se afirma como lugar simbólico para repensar los orígenes de la fe común y fomentar el diálogo entre confesiones, desde el testimonio de uno de los padres de la Iglesia universal.
Celebraciones Cristianas – junio 2025
✨Ascensión del Señor: 1 de junio
Origen: Celebrada 40 días después de Pascua, basada en Hch 1,9–11.
Significado: Cristo asciende al cielo como Señor glorificado: “Está sentado a la derecha del Padre” (CIC, n. 665).
Valor ecuménico: Fiesta compartida. Expresa la soberanía de Cristo y la esperanza de su venida definitiva.
🔥 Pentecostés: 8 de junio
Origen: Celebrada desde los primeros siglos, conmemora la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos, cincuenta días después de Pascua (cf. Hch 2).
Significado: Es el nacimiento de la Iglesia y el inicio de la misión universal: “En Pentecostés, la Iglesia se manifestó públicamente ante la multitud” (CIC, n. 731).
Valor ecuménico: Fiesta compartida por todas las Iglesias trinitarias. Se celebran vigilias ecuménicas, especialmente entre comunidades carismáticas.
🔺Santísima Trinidad: 15 de junio
Origen: Instituida en el siglo XIV, se celebra el domingo posterior a Pentecostés.
Significado: Celebración del misterio central de la fe cristiana: “Con tu Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios” (Misal Romano).
Valor ecuménico: La fe trinitaria es el fundamento doctrinal compartido por todas las Iglesias miembros del Consejo Mundial de Iglesias.
⛪ Corpus Christi: 19 de junio
Origen: Instituida en 1264 por el papa Urbano IV para exaltar la Eucaristía.
Significado: Celebra la presencia real de Cristo en el sacramento del altar.
Valor ecuménico: Aunque no es observada por muchas Iglesias reformadas, el Documento de Lima reconoce el valor común de la Eucaristía como «memorial, sacrificio y comunión».
💓 Sagrado Corazón de Jesús: 27 de junio
Origen: Fiesta extendida por Pío IX en 1856, basada en la espiritualidad del amor redentor de Cristo.
Significado: El corazón de Jesús simboliza el amor divino ofrecido a toda la humanidad (cf. CIC, n. 478).
Valor ecuménico: Aunque no universal, el contenido teológico de esta devoción —el amor salvífico de Cristo— es ampliamente compartido, incluso en formulaciones anglicanas y luteranas.
⛓️ San Pedro y San Pablo: 29 de junio
Origen: Fiesta apostólica muy antigua, arraigada en Roma desde el siglo III.
Significado: Pedro es roca de la Iglesia; Pablo, apóstol de las naciones.
Valor ecuménico: Celebración conjunta reconocida por católicos, ortodoxos y anglicanos. Se realizan intercambios litúrgicos entre Roma y Constantinopla.
📌 Nota: Todas estas solemnidades ofrecen oportunidades para la oración común, la reflexión compartida y el testimonio cristiano visible de unidad en medio de la diversidad, es decir, un evidente ejercicio ecuménico.
1700 años del Concilio de Nicea [325–2025]
20 mayo 2025
1. Contexto histórico y político
El Concilio de Nicea, convocado por el emperador Constantino el Grande, marcó el inicio del cristianismo como religión aliada del poder imperial tras el Edicto de Milán (313). Surgió en un momento de transición: de Iglesia perseguida a Iglesia protegida, con la necesidad de unidad doctrinal frente a disensiones internas como el arrianismo, que amenazaban tanto la fe como la estabilidad del imperio.
2. La controversia arriana
La disputa teológica giraba en torno a la naturaleza de Jesucristo. Arrio, presbítero de Alejandría, sostenía que el Hijo era una criatura subordinada al Padre y no eterno. Esta posición fue contestada por Alejandro y Atanasio de Alejandría, quienes afirmaban que el Hijo es consustancial al Padre (homoousios), es decir, de la misma naturaleza divina.
3. Composición del Concilio
Reunió entre 250 y 318 obispos, mayoritariamente del Oriente cristiano. Entre las figuras destacadas estuvieron:
4. Decisiones doctrinales
El concilio promulgó el Credo de Nicea, afirmando la divinidad plena del Hijo:
«Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, consustancial al Padre…».
Se condenó el arrianismo, se excomulgó a Arrio y se ordenó destruir sus escritos. Aunque no resolvió definitivamente la controversia, sentó las bases de la doctrina trinitaria que se consolidaría en Constantinopla (381).
5. Decisiones disciplinarias
Se promulgaron 20 cánones, entre ellos:
6. Impacto y legado
Aunque el arrianismo persistió décadas después, el concilio fue un hito doctrinal y eclesial:
Madrid, 9 de junio de 2025 – Unas ochenta personas, entre líderes evangélicos, autoridades políticas y representantes institucionales, participaron este sábado en el Desayuno de Oración por España 2025, organizado por la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (FEREDE). El encuentro, celebrado en el Hotel Novotel de Madrid, volvió a reunir en torno a la oración a personalidades de distintas esferas sociales, siguiendo el mandato bíblico de orar por “reyes y autoridades” (cf. 1Tim 2,1–3).
La secretaria ejecutiva de FEREDE, Carolina Bueno, presidió el acto, que se dividió en dos partes: una primera, centrada en el diálogo con representantes públicos y sociales; y una segunda, de comunión fraterna, que culminó con la celebración de la Santa Cena.
En el evento se elevaron oraciones por los responsables de gobierno, legisladores, jueces, instituciones educativas y, muy especialmente, por las iglesias, pastores y misioneros que sirven en el país. Las reflexiones bíblicas estuvieron a cargo de Andreu Dionis, pastor de la Iglesia Unida de Terrassa, y de Ana María Huck, referente en evangelismo y liderazgo de mujeres. La parte musical fue conducida por el grupo Sing It, que ofreció momentos de alabanza con himnos y coros tradicionales.
Entre los asistentes, destacaron personalidades como Mercedes Murillo, directora general de Libertad Religiosa; Inés Mazarrasa, directora de la Fundación Pluralismo y Convivencia; y varios representantes del Congreso, la Asamblea de Madrid y ayuntamientos locales. También acudieron figuras del mundo académico y cultural, como la catedrática Concepción Escobar, y la gestora artística Mariola Orellana.
El Desayuno de Oración por España nació en 2012 en el marco del programa “España Oramos por Ti”, siguiendo modelos de países como Estados Unidos o Reino Unido. Desde entonces, se ha consolidado como un momento clave de intercesión, encuentro y testimonio público de la fe evangélica, con la excepción de los años afectados por la pandemia.
Con este acto, FEREDE reafirma su vocación de servicio, oración y diálogo en la vida pública, dando visibilidad al compromiso espiritual y social de las iglesias evangélicas en España.
Redacción: InfoEkumene Difusió
60 años al servicio de la Iglesia que sufre: ACN España lanza su
campaña “Motivos sobran, tu ayuda falta”
La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) celebra seis décadas de presencia en España con una campaña de sensibilización bajo el lema “Motivos sobran, tu ayuda falta”, reafirmando su compromiso con los cristianos perseguidos y necesitados de todo el mundo. Fundada en 1965 a impulso del P. Alfonso López Quintás, y vinculada desde el principio al P. Werenfried Van Straaten, la sección española de ACN ha acompañado durante estos años miles de proyectos de asistencia pastoral, humanitaria y espiritual en más de 130 países.
Con motivo del aniversario, se han celebrado Eucaristías de acción de gracias, peregrinaciones a Roma y actividades enmarcadas en el Jubileo de los mártires, coincidiendo además con el histórico cónclave que dio lugar a la elección del papa León XIV. Para su director, José María Garrido, se trata de “heredar una obra inmensa” que sigue creciendo gracias a la colaboración de delegados diocesanos, voluntarios y benefactores.
El sentido profundo de esta ayuda, como explica el asistente eclesiástico P. Fernando Bielza, no es solo económico, sino expresión viva de comunión eclesial: “Como en las colectas paulinas del Nuevo Testamento, se trata de compartir la esperanza con quienes más la necesitan”.
Además de su expansión territorial —de 25 a 44 diócesis activas en apenas cinco años—, ACN España ha sabido conectarse con nuevas realidades evangelizadoras y testimonios impactantes que movilizan a los creyentes. Desde los cristianos dalit en la India hasta mujeres víctimas del terrorismo en Nigeria, la fundación continúa siendo un puente de esperanza donde la fe se pone en práctica de forma tangible.
Redacción: InfoEkumene Difusión
Con motivo del 1.700 aniversario del Concilio de Nicea, la Catedral de Córdoba acogió un significativo rezo ecuménico de Vísperas con representantes de las principales confesiones cristianas: ortodoxos, anglicanos, protestantes y católicos. La oración, celebrada en el marco del Congreso Símbolo: Luz de Nicea, expresó la comunión en la fe a través del Credo, la Palabra y el bautismo. El delegado diocesano Antonio Navarro guió la liturgia, destacando los vínculos compartidos entre las Iglesias. Monseñor Demetrio Fernández agradeció el gesto de unidad y recibió del arzobispo ortodoxo Bessarión Komzias un icono de Osio de Córdoba, símbolo del espíritu de comunión que animó este encuentro.
Redacción: InfoEkumene Difusión.
Vísperas Ecuménicas en Córdoba
El próximo martes 10 de junio, a las 19:30h, la Santa Iglesia Catedral de Córdoba acogerá una significativa celebración ecuménica en forma de Vísperas, con motivo del Congreso Símbolo: Luz de Nicea (10–13 de junio). El acto estará presidido por el obispo diocesano, Mons. Jesús Fernández, y contará con la participación de representantes de diversas confesiones cristianas: el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, el Patriarcado Ortodoxo de Rumanía, el Patriarcado de Moscú, la Iglesia Evangélica Reformada de España (comunión anglicana) y la Iglesia Evangélica Española (protestante presbiteriana).
La celebración, impulsada por el Delegado Diocesano de Ecumenismo y para el Diálogo Interreligioso, Antonio Navarro, se inscribe dentro del itinerario espiritual del Congreso, que conmemora los 1.700 años del Concilio de Nicea (325–2025). En palabras del propio Navarro, este gesto litúrgico expresa el anhelo de una Iglesia unida en la fe en Cristo Salvador: “El rezo común de las Vísperas nos permite celebrar lo que ya compartimos: la Palabra de Dios y el Credo de Nicea, dos pilares fundantes de nuestra fe común”.
Desde San Petersburgo, donde recientemente visitó la Catedral ortodoxa de Kronstadt como parte de un viaje de relaciones ecuménicas entre sacerdotes católicos y ortodoxos, Navarro ha reiterado que el ecumenismo no es una estrategia diplomática, sino “una gracia que Dios concede a su Iglesia para que crezca en fidelidad al deseo de Cristo: que todos sean uno”.
La figura del obispo Osio de Córdoba —presidente del Concilio de Nicea y padre cordobés del credo universal— ha servido de inspiración para este reencuentro entre iglesias. Nicea fue, en su contexto, un signo de unidad frente a las divisiones doctrinales. Hoy, ese mismo credo, profesado por ortodoxos, católicos y protestantes, sigue siendo un símbolo de comunión real, aunque aún imperfecta.
“La Eucaristía, signo supremo de la unidad, no puede celebrarse hoy conjuntamente. Pero sí podemos y debemos orar juntos. Las Vísperas son la forma litúrgica que permite visibilizar nuestras convergencias y expresar la esperanza de que la división ceda paso a la plena comunión”, subraya Navarro.
Esta celebración de las Vísperas Ecuménicas será, por tanto, un signo humilde pero elocuente de ese camino de unidad que no renuncia a la verdad, pero tampoco al amor. La historia compartida, la Escritura y el Credo de Nicea nos recuerdan que hay más que nos une que lo que nos separa. En este sentido, Córdoba se convierte durante estos días en un espacio privilegiado de reconciliación, memoria y profecía para todos los que sueñan una única Iglesia de Cristo.
Vísperas: Oración compartida al anochecer, signo de unidad en el camino ecuménico
¿Qué son las Vísperas y cuál es su significado en el contexto ecuménico?
Las Vísperas son una de las principales horas del Oficio Divino o Liturgia de las Horas, la oración pública de la Iglesia que marca los distintos momentos del día, santificándolos mediante salmos, cánticos bíblicos, lecturas y oraciones. Celebradas tradicionalmente al atardecer, las Vísperas constituyen una oración vespertina de alabanza y acción de gracias, que prepara espiritualmente al creyente para el descanso en Dios al final de la jornada. En muchas tradiciones cristianas —católica, ortodoxa y algunas protestantes litúrgicas— las Vísperas conservan un lugar privilegiado como oración comunitaria, solemne y coral.
En el ámbito del ecumenismo, las Vísperas adquieren una relevancia singular: son una forma de oración común que no implica la celebración de la Eucaristía —aún no compartida entre las confesiones— pero que permite expresar la unidad ya existente entre los cristianos. Su estructura, centrada en la Palabra de Dios, los salmos y la oración coral, crea un terreno fértil para el encuentro espiritual, donde cada tradición puede reconocerse en el mismo deseo de alabanza al único Señor.
Celebrar unas Vísperas ecuménicas, por tanto, significa reconocer y actualizar lo que ya une a las distintas confesiones cristianas: la fe en el mismo Dios, la lectura común de la Escritura, el uso del mismo Credo de Nicea, y la esperanza compartida en la unidad visible de la Iglesia. Además, esta forma de oración común remite a la experiencia de la Iglesia indivisa del primer milenio, cuyas raíces espirituales y litúrgicas son patrimonio común de todas las Iglesias. Así, las Vísperas no solo son una oración al caer la tarde: son también un signo de luz que anticipa el amanecer de la comunión plena que todos los cristianos anhelan.
Fuente: Diócesis de Córdoba. Redacción: InfoEkumene Difusión. Junio 2025.
El cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo emérito de Barcelona, ha presentado su nuevo libro titulado Aplicación de la sinodalidad, una obra que recoge su reflexión teológico-canónica y pastoral sobre uno de los temas más relevantes del pontificado de Francisco. A sus 88 años, desde la residencia sacerdotal San José Oriol, Sistach subraya que ha llegado el momento de poner en práctica los frutos del proceso sinodal vivido en la Iglesia, haciendo del caminar conjunto un estilo permanente.
“El Papa no hará la Iglesia sinodal, sino que la haremos entre todos”, afirma con claridad. En ese sentido, insiste en que la sinodalidad no es una opción entre otras, sino el camino actual y futuro de la Iglesia. Para el cardenal, su implementación efectiva requiere cambiar mentalidades, abandonar privilegios y dar espacio real a la participación del Pueblo de Dios, sin que ello suponga convertir la Iglesia en una democracia, sino reafirmarla como comunión.
En un tono pastoral, pero con firmeza, advierte: “Si la sinodalidad no sale adelante, el clericalismo no termina. Seguirá existiendo porque aún domina muchas estructuras eclesiales”. Y añade: “La Iglesia debe vivir siempre en proceso, semper reformanda, y esto exige confianza activa en la acción transformadora de Cristo”.
Su libro, presentado el 5 de junio y prologado por el cardenal Lorenzo Baldisseri, constituye una aportación práctica para pastores, fieles y estudiosos comprometidos con una Iglesia más participativa, corresponsable y en conversión permanente.
Fuente: Religión Digital / Catalunya Cristiana / Redacción: InfoEkumene
El pasado fin de semana, monseñor Timotei Lauran, obispo de la Diócesis Ortodoxa Rumana de España y Portugal, realizó una significativa visita pastoral a Córdoba, marcada por el agradecimiento y la fraternidad ecuménica. Durante su estancia fue recibido por el nuevo obispo católico de Córdoba, monseñor Jesús Fernández, y por su predecesor, monseñor Demetrio Fernández, en un gesto de comunión y mutua estima.
El encuentro contó también con la participación del padre Spiridon Burlacu, consejero económico de la diócesis ortodoxa; del padre Ioan Nemțelea, párroco de la comunidad ortodoxa rumana en Córdoba; y del padre Antonio Navarro, delegado diocesano de ecumenismo y párroco de la iglesia católica de San Fernando.
Cabe destacar que la comunidad ortodoxa rumana —erigida recientemente bajo la advocación del Santo Jerarca Osio de Córdoba— fue acogida durante seis meses en la parroquia católica de San Fernando, hasta lograr un espacio propio para el culto. Como muestra de gratitud, monseñor Timotei obsequió a ambos obispos católicos con un icono del santo cordobés Osio, figura venerada desde antiguo en la Iglesia ortodoxa y cuyo reconocimiento como santo por parte de la Iglesia católica está siendo impulsado actualmente.
Durante el encuentro, se subrayó precisamente la figura de Osio de Córdoba, presidente del Concilio de Nicea (325), considerado por la tradición oriental como santo y confesor de la fe, mucho antes del cisma de Oriente. La diócesis de Córdoba, en colaboración con expertos, está trabajando con la Santa Sede para su eventual canonización en la Iglesia latina, lo que constituye un gesto de reconciliación y memoria compartida entre Oriente y Occidente.
La visita de monseñor Timotei representa un nuevo paso en la profundización de las relaciones ecuménicas en España, y un testimonio vivo de hospitalidad intereclesial y comunión espiritual en la diversidad.
Fuente: Diócesis de Córdoba / Redacción: InfoEkumene.
El próximo 14 de junio, creyentes evangélicos de toda España se unirán en una jornada nacional de oración bajo el lema “Padre nuestro, Venga tu Reino”, inspirada en la plegaria de Jesús a sus discípulos. La iniciativa, impulsada por la plataforma interdenominacional España, Oramos por Ti, aspira a movilizar a miles de cristianos en las 52 provincias del país en un gesto simultáneo de clamor espiritual y compromiso público.
Más que un evento puntual, se trata de una convocatoria que busca alinear la vida personal, comunitaria y nacional con la voluntad de Dios, poniendo en el centro los valores del Reino: justicia, paz, misericordia y servicio. “Decir ‘Venga tu Reino’ no es repetir una fórmula religiosa, sino disponerse activamente a ser instrumentos de transformación en manos de Dios”, afirman los organizadores.
La jornada, concebida como un acto de unidad visible, incluirá cinco conexiones en directo desde distintos puntos de España, un único clamor común retransmitido en tiempo real y una expresión de fe vivida en clave celebrativa. “Será una fiesta espiritual, en la tierra como en el cielo”, señalan desde la organización.
Además, el evento lanza un mensaje de esperanza en medio de un tiempo marcado por la fragmentación y el cansancio social. “Creemos que Dios tiene el control y nos llama a perseverar. El Reino no es una utopía lejana, sino una realidad que comienza a hacerse presente cuando sus hijos oran, aman y actúan”.
La iniciativa cuenta con el respaldo de numerosas iglesias, ministerios y redes evangélicas. Para más información y seguimiento de las actividades:
👉 https://www.espanaoramosporti.es
Fuente: España, Oramos por Ti / Redacción: InfoEkumene
El Tribunal Constitucional protege el derecho del menor
a decidir su fe en libertad
El Tribunal Constitucional (TC) ha dictado una sentencia de alto valor jurídico y simbólico en relación con el ejercicio de la patria potestad y la libertad religiosa de los menores. En fallo unánime, la Sala Primera ha desestimado el recurso de amparo de un padre que pretendía adoctrinar a su hijo, menor de edad, en la fe evangélica, pese a la oposición de la madre, quien había obtenido judicialmente el ejercicio exclusivo de esta competencia hasta que el niño cumpla los doce años.
La resolución, redactada por el magistrado Juan Carlos Campo y respaldada por sus cinco colegas —tanto de sensibilidad progresista como conservadora—, reafirma la prioridad del interés superior del menor, así como su derecho a formarse libremente en el ámbito religioso, sin imposiciones externas que puedan condicionar de forma prematura su conciencia.
Una protección frente al adoctrinamiento precoz
La madre, con el respaldo de los tribunales previos, había solicitado limitar al padre en todo intento de inculcar a su hijo creencias concretas. Entre las acciones vetadas se incluían llevarlo a servicios religiosos evangélicos, mostrarle pasajes bíblicos en dispositivos digitales o introducirlo de cualquier modo en una adscripción confesional activa. El objetivo, según las sentencias, es ofrecer al menor una formación en valores generales, sin vinculación exclusiva a una confesión hasta que tenga edad y madurez suficientes para tomar decisiones informadas sobre su fe[1].
El padre alegó que estas restricciones vulneraban su libertad religiosa y su derecho a transmitir sus convicciones a su hijo, aun frente al desacuerdo de la madre. Sin embargo, el TC ha recordado que la libertad religiosa de los progenitores no es ilimitada cuando entra en conflicto con los derechos fundamentales del menor, titular a su vez de su propia libertad de conciencia.
La libertad de creer… y de no ser obligado a creer
El Tribunal cita su propia doctrina, así como la del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, para subrayar que el ejercicio de la libertad religiosa —incluso en su dimensión externa y comunitaria— encuentra límites legítimos cuando afecta a terceros, especialmente si son menores. En este sentido, señala que existe también un “derecho a no creer” y a no ser objeto de proselitismo, incluso en el seno de la familia[2].
De este modo, el fallo sostiene que la restricción impuesta al padre no constituye una vulneración a su libertad de religión, sino una medida proporcionada y necesaria para salvaguardar el derecho del menor a autodeterminarse en el futuro. Según la sentencia, los menores son «titulares plenos de sus derechos fundamentales», aunque no puedan ejercerlos con plena autonomía, y por ello corresponde a los poderes públicos garantizar una protección equilibrada y no invasiva en su proceso formativo.
Una resolución que sienta precedente
Este pronunciamiento del TC no sólo valida una decisión concreta, sino que sientajurisprudencia relevante para situaciones similares en que padres divorciados discrepan sobre la educación religiosa de sus hijos. En estos casos, afirma la sentencia, debe buscarse un equilibrio razonable, priorizando el desarrollo libre y progresivo del menor frente a cualquier intento de adoctrinamiento temprano o unilateral[3].
La sentencia marca un hito en la protección del derecho de los niños y niñas a desarrollar su espiritualidad —o su opción por la no creencia— sin presiones ni imposiciones, en sintonía con los principios constitucionales de libertad, pluralismo y respeto a la conciencia individual.
Proselitismo, libertad religiosa y ecumenismo: una lectura a la luz de la sentencia
Desde el punto de vista del ecumenismo cristiano —y más aún en su dimensión interreligiosa— el proselitismo agresivo, compulsivo o sectario ha sido reiteradamente señalado como un obstáculo grave para el diálogo, la confianza y la colaboración entre confesiones. Ya el Documento de Balamand (1993), entre católicos y ortodoxos, rechazaba cualquier forma de «competencia desleal» o imposición encubierta de la fe[4]. Igualmente, el Documento de Lima sobre Bautismo, Eucaristía y Ministerio (CMI, 1982) subraya que la autenticidad del testimonio cristiano no puede estar desvinculada del respeto a la libertad de conciencia del otro[5].
La reciente sentencia del Tribunal Constitucional español, que protege el derecho del menor a formarse en libertad sin ser objeto de adoctrinamiento religioso precoz, se inscribe en esta lógica de respeto y de garantía de una libertad interior progresiva. Desde el ecumenismo, tal decisión puede interpretarse positivamente como un llamado a revisar toda práctica evangelizadora que invada el espacio formativo del otro sin respetar su madurez, autonomía y contexto relacional, incluso cuando se trate de hijos dentro del ámbito familiar.
Si bien es verdad que el anuncio del Evangelio forma parte esencial de la misión cristiana, el diálogo ecuménico y el interreligioso han dejado claro que la fe solo puede ser propuesta, nunca impuesta, ni siquiera mediante condicionamientos afectivos o parentales. La libertad religiosa incluye también la libertad a no creer, o a posponer libremente la adscripción confesional hasta que la persona —en este caso el menor— tenga conciencia, información y capacidad crítica.
En consecuencia:
Desde una perspectiva teológica, la fe nace de la escucha libre (Rm 10,17) y no puede ser implantada desde fuera. Es Dios quien llama, no el hombre quien fuerza. Por eso, como ha afirmado el papa Francisco, «la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción»[6], es decir, por la belleza de una vida que refleja a Cristo, no por la imposición de dogmas a conciencia inmaduras.
Notas
[1] Tribunal Constitucional (España), Sala Primera, Sentencia sobre el recurso de amparo relativo al ejercicio de la patria potestad en materia religiosa, mayo de 2025.
[2] Ibíd., Fundamento jurídico 5º: «La libertad de creencias encuentra su límite más evidente en esa misma libertad, en su manifestación negativa, esto es, en el derecho del tercero afectado a no creer o no soportar los actos de proselitismo ajenos».
[3] Véase también doctrina consolidada del TEDH sobre el «interés superior del menor» en asuntos de educación religiosa: casos Frey y otros vs. Suiza (2020) y Dojan y otros vs. Alemania (2011).
[4] Documento de Balamand. Relaciones entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, §22: «No se puede aceptar la táctica del proselitismo o cualquier forma de competencia con respecto a otras Iglesias».
[5] Documento de Lima: Bautismo, Eucaristía y Ministerio (CMI, 1982), apartado sobre «El Bautismo y la libertad de fe».
[6] Documento de Lima: Bautismo, Eucaristía y Ministerio (CMI, 1982), apartado sobre «El Bautismo y la libertad de fe».
Juan G. Biedma
¿Qué queda del catolicismo en España?
Radiografía de una transformación silenciosa…
y una responsabilidad compartida
Nota reflexiva a propósito del estudio
«Poco más de la mitad de los españoles se reconoce como católico,
de Notas de Coyuntura Social
El nuevo pontificado iniciado en mayo de 2025 ha devuelto al catolicismo cierta atención pública en España. La expectación generada por el relevo papal ha ocupado titulares y suscitados gestos institucionales de respeto. Sin embargo, este breve resplandor mediático no logra ocultar una realidad persistente: la profunda y acelerada secularización de la sociedad española. Según el último informe publicado por FUNCAS (Notas de Coyuntura Social, junio 2025), solo un 55 % de la población adulta se identifica como católica, muy lejos del 90 % que lo hacía en los años setenta. Esta tendencia, que no es nueva, se ha visto agravada en las últimas décadas y presenta un carácter estructural que interpela no solo a la sociedad, sino también —y con especial urgencia— a la propia Iglesia[1].
Conviene aquí una mención explícita al pontificado anterior. A pesar del amplio reconocimiento internacional y del lenguaje de apertura universalista que marcó el magisterio del papa Francisco —centrado en la misericordia, la fraternidad y el cuidado de los más frágiles—, lo cierto es que su legado, al menos en España, no parece haber generado frutos perdurables de conversión ni revitalización espiritual, tan del gusto del Señor. Aunque su estilo pastoral ha sido aplaudido por amplios sectores sociales y religiosos, incluido algunos gobernantes, ese mismo estilo —por momentos ambiguo y permisivo— ha terminado diluyendo el núcleo exigente del mensaje evangélico. Su visión de la salvación, en ocasiones tan extensiva como para rozar el arminianismo, presentó la gracia divina como una oferta que prescinde de premisas antropológicas o respuestas libres, lo que llevó a muchos a percibir un cristianismo desnaturalizado, sin tensión espiritual ni necesidad de transformación interior por otra parte tan exigida por Jesús de Nazaret.
Es lo que Dietrich Bonhoeffer denunció lúcidamente como gracia barata: «Gracia barata es la predicación del perdón sin arrepentimiento, el bautismo sin la disciplina eclesial, la comunión sin confesión, la absolución sin confesión personal. Gracia barata es gracia sin seguimiento de Cristo, gracia sin cruz, gracia sin Jesucristo, vivo y encarnado»[2].
Desde esta perspectiva, puede entenderse por qué el pontificado de Francisco, a pesar de sus gestos proféticos y su impulso ecuménico y social, no ha producido un efecto de retorno a la fe, ni ha suscitado una vivencia religiosa profunda en las nuevas generaciones. Su propuesta pastoral, centrada en la misericordia, la acogida y la inclusión, corrió el riesgo —y en no pocos casos incurrió efectivamente en él— de eclipsar o relegar a un segundo plano dimensiones igualmente esenciales de la Palabra de Dios, como la verdad revelada, la exigencia ética del seguimiento y la constante llamada a la conversión. La tensión entre misericordia y verdad no puede resolverse en detrimento de esta última, pues ambas son indisociables en la lógica de la gracia. Tal como enseña Juan Pablo II, «la misericordia no suprime las exigencias de la verdad y de la justicia»[3]. En efecto, el amor cristiano, para no disolverse en mera condescendencia afectiva, debe estar siempre unido a la verdad del bien que Dios ha revelado al ser humano como camino de vida.
No todo disenso frente al actual ejercicio del ministerio petrino puede reducirse a expresiones de agravio personal, heridas disciplinares o resistencia motivada por la confrontación cultural. Existen también objeciones que brotan de una ausencia de sintonía no tanto con el oficio del obispo de Roma en cuanto tal, sino con determinadas decisiones, gestos o formulaciones percibidas como precipitadas, insuficientemente discernidas o teológicamente inmaduras. En tales casos, el disenso no representa una negación del ministerio petrino, sino más bien un intento de proteger la integridad del mensaje evangélico y la comunión eclesial, velando por que la pastoral no desfigure la verdad ni relativice el vínculo entre fe y vida. Como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, la conversión «implica una decisión interior radical, una ruptura con el pecado, una aversión al mal, acompañada del deseo y la resolución de cambiar la vida»[4]. Toda pastoral auténtica está llamada, por tanto, a conducir hacia esta transformación, no a sustituirla con atajos emocionales o confusiones doctrinales o teológicas.
En este contexto, el inicio del pontificado del papa León XIV ha despertado una esperanza nueva entre quienes desean una Iglesia no funcionalista ni acomodada, sino profundamente espiritual y fiel al Evangelio. En sus primeras intervenciones, el nuevo papa ha recordado que la salvación no es una concesión automática ni un gesto simbólico, sino una gracia que implica respuesta, decisión, conversión y vida en comunión con Dios[5]. Frente al riesgo de una religiosidad reducida al consenso emocional o al «postureo espiritual» —una fe de imagen, de selfi, de presencia estética, pero sin contenido—, León XIV ha llamado a redescubrir las exigencias del seguimiento cristiano, que incluye cruz, renuncia y testimonio.
Porque, como recordó el propio Francisco en una de sus declaraciones más lúcidas, «la cruz no es un adorno para poner en la pared o colgar del cuello: es el misterio del amor de Dios que se entrega»[6]. La gran paradoja es que esa lucidez inicial fue sofocada luego por un discurso eclesial demasiado horizontal, donde la referencia escatológica quedó difuminada por la urgencia del aquí y ahora.
Recuperar la hondura espiritual y la verticalidad del Evangelio no significa cerrar los ojos ante el mundo, sino abrirlos de otra manera. Significa afirmar que la fe cristiana no es una ética benévola ni un consuelo emocional, sino una vida nueva nacida del encuentro con el Cristo crucificado y resucitado. Sin esa centralidad, toda pastoral se vuelve irrelevante y toda reforma, estéril, sin sentido.
Una responsabilidad eclesial que no puede eludirse
La progresiva desvinculación del catolicismo en España no puede atribuirse únicamente a factores externos como el cambio cultural, la globalización o el auge del secularismo científico. Es innegable que estos elementos influyen, pero sería ilusorio obviar que una parte sustancial de esta crisis se gesta dentro de la propia estructura eclesial. Durante demasiado tiempo, una parte significativa de la jerarquía ha perseverado en un discurso autorreferencial o, en otros casos, excesivamente acomodaticio, que ha reducido la misión eclesial a una mera gestión pastoral de mínimos. Falta audacia evangélica, claridad espiritual y un impulso verdaderamente misionero. Se ha mostrado más preocupación por la apariencia que por la autenticidad, por el mantenimiento institucional que por el anuncio inquietante y contagioso del Evangelio de la Salvación. Así, la acción eclesial ha llegado a parecerse más a una administración empresarial que a un testimonio profético encarnado. Como ha advertido el papa Francisco, «una Iglesia autorreferencial enferma mirando siempre hacia sí misma» acaba por encerrarse «en una maraña de obsesiones y procedimientos»[7].
En ese proceso ha sido determinante la incorporación, sin el debido discernimiento, de ciertos paradigmas ideológicos que contradicen la antropología cristiana. La penetración de la llamada «ideología de género»[8] en ámbitos educativos —incluso pastorales—, con una lectura acrítica de la diversidad afectiva y sexual, ha desdibujado no solo la teología del cuerpo y del amor humano, sino el propio sentido sacramental del matrimonio y de la filiación divina. Bajo la pretensión de inclusión a toda costa en el conjunto social, se ha sustituido en unos casos la verdad por la validación indiscriminada de toda identidad, desconectando así la libertad de la verdad revelada[9].
Simultáneamente, algunas líneas eclesiales han adoptado, con entusiasmo indisimulado, determinadas corrientes sociales de raíz neomarxista, poscolonial o culturalista[10], que instrumentalizan la fe al servicio de una agenda ideológica. No se niega aquí el valor de la justicia social, ni el deber evangélico de optar por los pobres y oprimidos, pero sí se denuncia el riesgo de una politización de la fe que transforma a la Iglesia en un actor social más, sin alma ni horizonte trascendente. Como ha recordado León XIV en su primera audiencia ecuménica, «una Iglesia sin oración, sin misterio y sin adoración se convierte en una ONG religiosa. Y entonces, incluso el bien que hace se vacía de Dios»[11].
El catolicismo ante el espejo: datos que interpelan y preocupan
Los datos ofrecidos por FUNCAS son elocuentes. La proporción de personas sin adscripción religiosa ha pasado del 22 % en 2002 al 42 % en 2024. La práctica religiosa mensual entre quienes se identifican como católicos ha caído del 28 % al 17 %. Los matrimonios celebrados por la Iglesia apenas representan el 18 % del total, y la matrícula de religión católica en las escuelas públicas ha descendido más de 35 puntos porcentuales desde 1998. No estamos ante una fluctuación demográfica, sino ante una mutación cultural que atraviesa generaciones y estructuras.
Más grave aún: esta mutación no ha sido sustituida por otras formas de espiritualidad robusta, sino por un vacío existencial revestido, a veces, de espiritualismo difuso o sincretismo sin comunidad ni Palabra. La Iglesia ha dejado de ser referente simbólico para millones de personas, y ha perdido su capacidad de ofrecer un horizonte de sentido a quienes buscan, sufren o simplemente viven. ¿Qué se ha hecho de los talentos dados?
¿Y ahora qué? El tiempo del discernimiento
Frente a esta situación, cabe preguntarse: ¿qué tipo de Iglesia será capaz de responder a este tiempo? Una Iglesia meramente reactiva, replegada sobre normas o cerrada a los signos de los tiempos no suscitará esperanza. Pero tampoco es aceptable una Iglesia que, en nombre del diálogo o del servicio, se adapte hasta la indistinción, mimetizándose con los valores dominantes y renunciando, de hecho, a su centralidad escatológica y profética. Una Iglesia que busca ser aceptada a toda costa, desdibujando su identidad para ganar la simpatía del mundo, corre el riesgo de convertirse en una figura decorativa, un actor secundario en el escenario de la cultura contemporánea, útil solo mientras no incomode.
Ninguna comunidad cristiana está llamada a ejercer una bonhomía superficial, ni a representar el papel de una presencia inofensiva y complaciente, destinada únicamente a hacer amable su existencia en el mundo sin interpelar ni despertar la conciencia. La Iglesia no ha sido instituida para aliviar con discursos vacíos la inquietud de la humanidad, como si su tarea fuese entretener a la cultura contemporánea con palabras desactivadas, sin fuerza ni escándalo. En este escenario, se corre el riesgo de repetir una reedición posmoderna del «panem et circenses», en la que se sustituye el anuncio del Reino por la aceptación pasiva de lo que conviene, agrada o no perturba.
La misión eclesial no consiste en seducir con gestos espectaculares ni en buscar el aplauso fácil de una sociedad en búsqueda de consuelos livianos, sino en anunciar la verdad que salva, aunque esta perturbe las seguridades o despierte rechazo. La Iglesia está llamada a ser signo escatológico del Reino, no una institución preocupada por su imagen o relevancia pública. Su presencia en el mundo —aun cuando sea silenciosa o marginal— ha de ser una presencia profética, que provoque conversión, esperanza y comunión.
Un seguimiento de Cristo que se contenta con números, visibilidad o simpatía social, pero que no transforma el corazón ni exige decisión, es un seguimiento sin alma, tan vano como inútil. La tibieza espiritual es más peligrosa que la oposición externa: «Por cuanto no eres frío ni caliente, te vomitaré de mi boca»[12]. Lo que se necesita es pasión evangélica, no indolencia decorosa. Como recuerda el concilio Vaticano II, del que celebramos sin aspavientos y casi de puntillas los cincuenta años de su andadura, la Iglesia peregrinante está llamada a «seguir avanzando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios», configurándose cada día más a su Señor, crucificado y resucitado[13].
En palabras de san Ignacio de Antioquía, uno de los testigos más antiguos del cristianismo frente al poder imperial: «Es mejor ser cristiano sin decirlo, que proclamarlo sin serlo. Es hermoso enseñar, cuando se practica lo que se dice»[14]. El cristiano, como la Iglesia, no debe buscar ser aceptado, sino ser ferviente. Jesús ya lo advirtió: «Vosotros seréis odiados por causa de mi nombre» (Mt 10:22), y también: «Felices los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos» (Mt 5:10). Y a Simeón le fue revelado: «Este niño está puesto para caída y resurrección de muchos en Israel, y como signo de contradicción» (Lc 2:34).
Ninguna Iglesia puede convertirse en esclava de la opinión pública, ni dejarse arrastrar por la presión de las tendencias ideológicas del momento, ajustando su misión al ritmo cambiante de las demandas sociales o del aplauso mediático. La Iglesia no existe para confirmar expectativas humanas, sino para anunciar, con libertad y fervor, la verdad revelada que salva y transforma. Su discernimiento pastoral no puede fundarse en criterios
de oportunidad o aceptación, sino en la obediencia al Evangelio del Señor, cuya novedad siempre interpela, desinstala y convierte. Como recuerda el concilio Vaticano II, «la Iglesia “no puede renunciar al deber de anunciar el Evangelio” ni siquiera cuando su mensaje “va contra la corriente”»[15].
Mucho menos puede la Iglesia sucumbir ante el chantaje de los calificativos: que, por predicar la conversión y el seguimiento personal de Cristo, se la acuse de rigorista; que, por custodiar la verdad moral, se la tache de fundamentalista; que, por mantenerse fiel al depósito de la fe, se la califique de sectaria. Tales juicios, frecuentes hoy en ámbitos hostiles a la trascendencia o al límite, no describen una deformación, sino una fidelidad. Anunciar la verdad no es imponerla, sino proponerla con amor, como expresión del respeto radical a la dignidad del otro.
La fidelidad a Dios y al hombre exige que la Iglesia, sin arrogancia, pero sin temor, permanezca proféticamente libre de todo intento de domesticación cultural o servidumbre ideológica. Como enseña el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, su voz no debe confundirse con la de los poderes del mundo, sino que ha de resonar con libertad interior, claridad moral y compromiso real por la justicia[16]. Como subraya el Catecismo, la auténtica libertad no consiste en «poder decir o hacer cualquier cosa», sino en «la capacidad de actuar según la verdad del bien»[17].
No es misión de la Iglesia adaptarse sin más a lo que se le exige, sino ser fermento evangélico en medio del mundo, incluso si eso la convierte en signo de contradicción. Ser incomprendida por fidelidad no es fracaso, sino prueba de autenticidad: «Si el mundo os odia, sabed que a mí me odió antes que a vosotros» (Jn 15:18).
El futuro del catolicismo en España —y en Occidente en general— dependerá de su capacidad para redescubrir la radicalidad de ese Evangelio que se entrega como llamada al seguimiento personal de Cristo. Una llamada que implica escucha de la Palabra, vida sacramental auténtica, comunidad fraterna, conversión continua y misión profética. No basta con mantener estructuras o eventos masivos. Es urgente generar espacios de iniciación espiritual, escuelas de oración, comunidades de vida, núcleos de estudio teológico accesible, compromiso con los pobres como experiencia de fe, y una liturgia que sea encuentro con el Misterio y no representación vana[18].
La crisis actual, si se vive en clave pascual, puede ser ocasión de purificación y de nuevo nacimiento. Pero para ello, la Iglesia necesita discernimiento, coraje, y fidelidad al Señor. No es tiempo de una fe de escaparate, sino de una fe encarnada, orante, sufrida y gloriosa.
Notas
[1] FUNCAS, Notas de Coyuntura Social – Junio 2025, Dirección de Estudios Sociales, Madrid, 2025, pp. 1–2.
[2] Bonhoeffer, Dietrich, El precio de la gracia, Ediciones Sígueme, Salamanca: 2004, p. 47.
[3]Juan Pablo II, Veritatis Splendor, n. 95: «La misericordia no suprime las exigencias de la verdad y de la justicia, antes bien, supone el reconocimiento de éstas» (Librería Editrice Vaticana, 1993).
[4]Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1431: «La conversión interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo el corazón».
[5] León XIV, Homilía en la Misa de Inicio del Pontificado, 19 de mayo de 2025, Sala Clementina, Ciudad del Vaticano. Disponible en: www.vatican.va
[6] Francisco, Ángelus, 5 de abril de 2020, Plaza de San Pedro. En: L’Osservatore Romano, edición semanal en español, 10 de abril de 2020.
[7]Francisco, Evangelii Gaudium, n. 94: «Una Iglesia autorreferencial enferma mirando siempre hacia sí misma […] termina siendo autorreferencial, enferma de encierro. […] Una pastoral en clave de misión exige abandonar el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”» (Ciudad del Vaticano, Librería Editrice Vaticana, 2013).
[8] Sobre la llamada «ideología de género», la Iglesia ha manifestado una crítica clara en cuanto a sus presupuestos antropológicos, al considerar que esta corriente —en su versión más radical— desconoce la unidad del ser humano en su dimensión corporal y espiritual, y propone una libertad desligada de la verdad del cuerpo sexuado. Tal ideología sostiene que la identidad de género es una construcción puramente subjetiva, fluida y desvinculada del dato biológico, lo que contradice la visión cristiana de la persona como unidad de cuerpo y alma, creada «varón y mujer» (Gn 1:27) con una diferencia sexual querida por Dios. El papa Francisco advierte que esta perspectiva «vacía el fundamento antropológico de la familia» y representa una negación de la reciprocidad natural entre hombre y mujer (Amoris Laetitia, n. 56). La doctrina cristiana afirma, en cambio, que la diferencia sexual es constitutiva de la vocación al amor y a la comunión, y que el cuerpo no es un mero instrumento disponible para la voluntad, sino expresión significativa del ser. No obstante, la postura eclesial no debe traducirse en rechazo o exclusión hacia las personas, sino en un acompañamiento pastoral marcado por la misericordia, la verdad y el discernimiento, tal como indica el Catecismo de la Iglesia Católica al llamar a acoger a toda persona «con respeto, compasión y delicadeza» (n. 2358), evitando toda forma de discriminación injusta.
[9] Cf. Congregación para la Educación Católica, Varón y mujer los creó. Para una vía de diálogo sobre la cuestión del género en la educación, Ciudad del Vaticano: 2019.
[10] El término neomarxista designa un conjunto de corrientes críticas surgidas a partir del siglo XX que, manteniendo elementos del análisis marxista clásico —como la lucha de clases, la crítica al capitalismo y el concepto de ideología—, amplían su alcance hacia dimensiones culturales, psicológicas y simbólicas. Influido por la Escuela de Frankfurt, el neomarxismo ha incidido especialmente en el análisis de las estructuras de poder, los mecanismos de dominación cultural y las nuevas formas de alienación en las sociedades de consumo y tecnológicas.
Poscolonial se refiere a un campo interdisciplinar de pensamiento que, desde la segunda mitad del siglo XX, analiza críticamente los efectos históricos, culturales y epistemológicos del colonialismo en las sociedades contemporáneas. Cuestiona las narrativas de superioridad occidental, denuncia la internalización de estructuras de dominación eurocéntrica y promueve la recuperación de voces subalternas. En teología, ha dado lugar a enfoques que examinan la fe cristiana desde la perspectiva de los pueblos colonizados y sus resistencias.
Se denomina culturalista a toda perspectiva interpretativa que atribuye un papel central a la cultura —entendida como conjunto de símbolos, representaciones, valores y prácticas— en la configuración de las relaciones sociales, identidades colectivas y estructuras de poder. En su versión radical, el culturalismo puede tender a disolver los fundamentos objetivos de la realidad en construcciones simbólicas, priorizando la subjetividad interpretativa por encima de las referencias universales o naturales.
[11] León XIV, Discurso a las delegaciones ecuménicas y religiosas, 19 de mayo de 2025, Sala Clementina, Ciudad del Vaticano.
[12]Ap 3,16: «Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca».
[13]Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, n. 8: «La Iglesia […] prosigue su peregrinación entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que Él venga».
[14]San Ignacio de Antioquía, Carta a los Magnesios, IV,1; en: Padres Apostólicos, BAC, Madrid, 2002, p. 134.
[15]Concilio Vaticano II, Dignitatis Humanae, n. 14: «La Iglesia, fiel al mandato divino, debe predicar constantemente la verdad evangélica, incluso cuando va contra la corriente del pensamiento dominante».
[16] Pontificio Consejo «Justicia y Paz», Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Ciudad del Vaticano, Librería Editrice Vaticana, 2004, n. 71: «La Iglesia […] debe contribuir a la purificación de la razón, proponiendo principios éticos fundamentales y orientaciones morales para una acción justa».
[17]Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1733: «Cuanto más se hace el hombre el bien, más libre se vuelve. No hay verdadera libertad más que en el servicio del bien y de la justicia».
[18] Cf. Ratzinger, Joseph, El espíritu de la liturgia, Cristiandad, Madrid: 2001, pp. 35–58.
Juan G. Biedma
Christina Moreira Vázquez: Primera obispa católica
en España y su significado eclesial y ecuménico
El 24 de junio de 2025, en un lugar cercano a Santiago de Compostela mantenido en reserva por razones de seguridad, será ordenada obispa Christina Moreira Vázquez, dentro del ámbito de la Asociación de Presbíteras Católicas Romanas (ARCWP) y de la Comunidad Cristiana «Home Novo» de Galicia. El acontecimiento, insólito en el contexto católico español, tiene como objetivo «transmitir la sucesión apostólica en el ámbito de una Iglesia de base circular e inclusiva, para que, a su vez, pueda acompañar y ordenar mujeres llamadas a servir comunidades abiertas, donde serán bienvenidas todas las personas»[1].
1. Biografía y trayectoria de Christina Moreira
Christina Moreira nació en París, donde cursó estudios universitarios en la Universidad de Nanterre, especializándose como traductora e intérprete. Residente en Galicia desde hace más de treinta años, ha estado ligada a diversos movimientos cristianos de base, asociaciones feministas cristianas y plataformas de solidaridad. Actualmente culmina su formación en teología, lo que refuerza su compromiso pastoral y doctrinal.
Fue ordenada presbítera el 25 de julio de 2015 por la obispa Bridget Mary Meehan, una de las líderes del movimiento internacional de mujeres sacerdotes católicas. Su labor pastoral se desarrolla en la Comunidade Cristiá do Home Novo (A Coruña), y mantiene vínculos misioneros y de acompañamiento con comunidades en Colombia, especialmente en zonas rurales y en barrios populares de Bogotá[2].
Moreira participa activamente en plataformas como Exeria Mulleres Cristiás Galegas, la Asociación Irimia, y colabora con ATD Cuarto Mundo como intérprete voluntaria. Además, mantiene un blog personal titulado Las Homilías de Luz, donde publica sus reflexiones litúrgicas. Escribe bajo su nombre y bajo el seudónimo de Luz Galilea, en revistas como Irimia, Alandar y Encrucillada[3].
2. La ordenación y su repercusión canónica
La ordenación episcopal de Christina Moreira, que será realizada por tres obispas internacionales de la ARCWP (Bridget Mary Meehan, Gisela Forster y Christine Mayr-Lumetzberger), pretende insertar su figura en la sucesión apostólica que se reclama desde esta red de comunidades cristianas independientes. Sin embargo, según el Código de Derecho Canónico de la Iglesia católica romana, dicha ordenación es considerada inválida y acarrea sanciones.
En concreto, el canon 1024 establece que: «Sólo un varón bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación»[4]. Además, el canon 1379 §3 estipula que quienes intenten conferir la ordenación a una mujer, y las mujeres que la reciban, incurren en excomunión latae sententiae, es decir, automática, «reservada a la Sede Apostólica»[5]. La Congregación para la Doctrina de la Fe, en una notificación de 2007, reafirmó que cualquier participación en estas ceremonias, aunque sea como fiel, puede ser objeto de sanción disciplinaria[6].
Por tanto, Moreira se sitúa en un espacio liminar: fiel a su conciencia católica y a una comprensión alternativa del Evangelio, pero excluida formalmente de la comunión eclesial institucional. Como ha declarado en una entrevista: «No me quedaba más remedio que desobedecer al papa para obedecer a Dios»[7].
3. Aportación al ecumenismo
Aunque su ordenación es polémica desde el punto de vista doctrinal romano, la consagración episcopal de Christina Moreira introduce, a nuestro criterio, una aportación significativa al movimiento ecuménico contemporáneo. En primer lugar, se alinea con prácticas ya habituales en otras confesiones cristianas —como la Comunión Anglicana, la Iglesia Evangélica Luterana o las Iglesias episcopales de EE.UU. y Escandinavia— que han integrado a mujeres en el ministerio ordenado, incluyendo el episcopado. Desde esta perspectiva, el gesto de Moreira actúa como signo profético y escatológico: denuncia las estructuras patriarcales aún vigentes en el catolicismo romano y propone una nueva forma de ejercer el ministerio desde la circularidad, la inclusión y el discernimiento comunitario, elementos o formas contenidas en la sinodalidad de la Iglesia. Su acción se inscribe, por tanto, en una eclesiología emergente, plural, no autoritaria ni impositiva, que interpela tanto al ecumenismo oficial como a las comunidades de base.
Para el ecumenismo católico, el testimonio de Christina Moreira puede constituir una oportunidad privilegiada de reflexión teológica y pastoral, especialmente en lo relativo a la comprensión del ministerio ordenado, la posible apertura a modelos alternativos de sucesión apostólica y el reconocimiento de carismas al margen de las categorías de género. Si bien esta ordenación no será reconocida canónicamente por la Iglesia católica romana, podría favorecer un diálogo intereclesial desde la base, más allá de las estructuras institucionales, y profundizar en el discernimiento sobre una catolicidad verdaderamente incluyente, acorde con los desafíos del siglo XXI.
En este contexto, será especialmente significativo observar la reacción del nuevo papa León XIV, cuya postura ante este acontecimiento puede revelar el grado de apertura pastoral y de implementación efectiva del concilio Vaticano II que está dispuesto a asumir. El pontífice podrá optar entre reafirmar una interpretación estricta de la autoridad eclesial, condenando y sancionando sin lugar al diálogo, o bien escuchar los clamores del Pueblo de Dios, acogiendo con compasión evangélica y discernimiento sinodal las voces que, como la de Moreira, reclaman una Iglesia más coherente con el espíritu del Evangelio. Solo así podrá la Iglesia católica posicionarse con credibilidad ante el mundo actual, y avanzar en los cambios estructurales y espirituales que exige la hora presente, en fidelidad al Evangelio y al impulso renovador del Vaticano II.
Juan G. Biedma, ecumenista.
Notas a pie de página
[1]Asociación de Presbíteras Católicas Romanas – ARCWP, “Invitación a la ordenación episcopal de Christina Moreira”, Religión Digital, 28 de mayo de 2025. Disponible en: www.religiondigital.org
[2]“Christina Moreira Vázquez”, Congreso de Teología, biografía oficial. Disponible en: https://congresodeteologia.info/christina-moreira-vazquez
[3]Véanse sus colaboraciones en Irimia, Alandar y su blog: Las Homilías de Luz, consultado en mayo de 2025.
[4]Código de Derecho Canónico, canon 1024: “Ordinationis valide recipit solus vir baptizatus” (Edición oficial del Vaticano, 1983).
[5]Código de Derecho Canónico, canon 1379 §3 (según modificación por el Motu proprio Vos estis lux mundi, 2021).
[6]Congregación para la Doctrina de la Fe, Notificación sobre la excomunión de quienes intenten ordenar mujeres, 29 de mayo de 2008.
[7]Christina Moreira, entrevista a Religión Digital, 2020. “No me quedaba más remedio que desobedecer al papa para obedecer a Dios”. Disponible en: www.religiondigital.org
Vinaròs, 24 de mayo de 2025 — Las comunidades greco-católicas ucranianas de Vinaròs, Benicarló, Torreblanca y Castellón celebraron una jornada de encuentro y comunión espiritual, en una iniciativa fraterna que reunió a fieles de las diócesis de Segorbe-Castellón y Tortosa. La jornada, marcada por la oración, la catequesis y la celebración litúrgica, se vivió como un verdadero signo de unidad y esperanza, en el marco del compromiso pastoral de acompañar a las comunidades migrantes y mantener viva su tradición litúrgica oriental en plena comunión con la Iglesia católica.
El encuentro comenzó con una oración comunitaria de acción de gracias y súplica por la paz en Ucrania, invocando la intercesión de la Santísima Madre de Dios. Seguidamente, se celebró la Divina Liturgia bizantina y un moleben, rito propio de súplica y alabanza, en un clima de recogimiento y fervor. El padre Yurii Shabanov, responsable pastoral de estas comunidades, ofreció una catequesis para adultos sobre los “novísimos” —muerte, juicio, infierno y cielo—, invitando a vivir en la vigilancia espiritual y en apertura al misterio escatológico de la vida en Cristo.
Una jornada de espiritualidad, tradición y alegría
Tras la celebración litúrgica, la comunidad compartió un espacio de recreo y convivencia que incluyó juegos populares para niños, actividades catequéticas lúdicas y un concurso de preguntas para los pequeños que se preparan para recibir su Primera Confesión y Comunión. Los próximos sacramentos se celebrarán el 1 de junio en Vinaròs y el 8 de junio en Torreblanca.
La música tradicional ucraniana, interpretada por el grupo “Podilia” de Benicarló, imprimió una nota de identidad cultural y espiritual al evento, reforzando los vínculos comunitarios y transmitiendo a los más jóvenes el valor del patrimonio litúrgico y cultural de sus raíces. Un animado concurso de karaoke, organizado por el mismo padre Yurii, animó la tarde en un clima de entusiasmo y participación intergeneracional.
El momento más emotivo de la jornada llegó con la interpretación coral de la canción “Nuestro padre es Bandera”, cantada por el padre Yurii Shabanov, el Sr. Mykola Kubievych y el grupo “Podilia”. El canto, cargado de afecto patriótico y sentido espiritual, resonó como símbolo de resistencia, unidad y confianza en el futuro.
Un testimonio eclesial de unidad y acogida
Este tipo de encuentros no solo fortalecen la vida de las comunidades católicas orientales en el exilio, sino que se convierten en expresiones vivas de catolicidad, enriqueciendo la Iglesia local con la pluralidad de ritos, lenguas y espiritualidades. En un contexto marcado por el sufrimiento del pueblo ucraniano, estas celebraciones son también testimonios de fe resiliente y de compromiso por la paz, acogidos fraternalmente por la Iglesia en España.
Desde la comunidad greco-católica de rito bizantino, se expresa un profundo agradecimiento a todos los participantes, voluntarios y acompañantes pastorales que hicieron posible esta jornada. Como expresó uno de los asistentes al concluir el encuentro: «Estos momentos de unidad quedarán para siempre en nuestra memoria; nos ayudan a mantener la fe, la cultura y la esperanza vivas, incluso lejos de nuestra tierra».
Fuente: Diócesis de Segorbe-Castellón. Noticias, Relaciones Interconfesionales y Diálogo Interreligioso, 25/05/2025
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